La araña en un principio no era nada,
pero después fue araña.
Y cuando fue araña, pensó que el mundo tenía frío.
Entonces tomó el hilo y las agujas,
y con sus ocho patas tejió:
un sombrero blanco para la morera
-sabía que era la abuela de los árboles-,
una bufanda naranja para la calabaza
-¿pensaba que al salir de la tierra
ese pequeño sol necesitaba abrigo?- .
Y la araña, que en un principio no era nada
-pero después fue araña-,
vio que el mundo estaba ahora
un poco más abrigado.
Y durmió la siesta de la tarde.
Soñó
que con lana de luz
tejía
una estrella,
un planeta
y un sol con restos amarillos.
Que una araña inmensa y blanca
-las patas como el corazón de un reloj perfecto-
colgaba como frutas,
por cada rincón del universo.